```html Las pinturas que nos legaron algunos artistas han permitido interpretar una buena parte de la historia argentina. Conllevan paralelamente un simbólico mensaje que caló hondo en el mentado ser nacional. Seguramente todos recordamos aquella obra pictórica que “inundó” nuestra querida escuela primaria, donde San Martín estaba tirado en el piso, atrapado por el peso de su propio caballo caído. El cuadro se llama “Carga de Granaderos”. Es un óleo de 1890, se encuentra en el Museo Histórico Nacional y fue obra del pintor Ángel Della Valle (1852 – 1903). Luego el relato histórico traerá la parte conocida. Triunfo en el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813), la acción heroica de Cabral y de un casi olvidado granadero Baigorria. La emocionante marcha militar histórica que nos sigue erizando la piel, las palabras icónicas del famoso sargento antes de fallecer: “Muero contento, hemos vencido al enemigo” y todo lo que recordamos de aquel acto escolar. Chicos ataviados de granaderos y un puñado de comprometidas maestras haciéndose un ovillo para que todo saliera a la perfección. Y ahí, en medio de esa escena estaba el cuadro de Della Valle: San Martín, Cabral, el realista español abatido y un caballo. Otro cuadro inolvidable Otro cuadro inolvidable, vivo aún en la memoria colectiva e intensamente instalado en el imaginario popular criollo, fue el del pintor chileno Pedro Subercaseaux Errázuriz (1889 – 1956), quien inmortalizó a San Martín en un majestuoso caballo blanco tras el triunfo en la batalla de Maipú (5 de abril de 1818). Lo llamó “El abrazo de Maipú”, actualmente también en el Museo Histórico Nacional de la República Argentina. Fue pintado en 1908. San Martín, O'Higgins, la montaña, tropas, el triunfo y el caballo. El rol preponderante de los caballos En el esquema general de la planificación del ejército libertador por parte de San Martín el cuidado de la caballada fue fundamental. Ya hemos dicho en otras oportunidades que los caballos pasaron la cordillera de Los Andes abrigados con mantas, todos herrados y sin llevar peso. Mucho menos, cargando a un soldado. Había que resguardarlos, pues eran el arma sustancial para la guerra. No en vano, entre los objetivos de aquella alianza con los pehuenches en el Parlamento de La Consulta estaba la necesidad de contar con esos caballos indios, entrenados en el arte de transitar los cerros y las quebradas. Las cosas por su nombre Nadie podrá dudar de la importancia que tienen los mitos fundantes en la composición de la conciencia colectiva. La historia argentina (como todas las épicas nacionales) está llena de mitos y leyendas. Pero buscaremos en esta nota poner en contexto algunos hechos concretos que estarán claramente referenciados en aquellos dos cuadros citados anteriormente (el de Della Valle y el de Subercaseaux). El histórico caballo de San Martín Si revisamos la historia universal encontraremos a famosos caballos como “Bucéfalo”, “Strategos”, “Babieca” o “Marengo”, quizás pocos sepan que fueron los fieles compañeros de batalla de Alejandro, Aníbal, Rodrigo de Vivar o Napoleón. Indudablemente José de San Martín también tuvo su preferido a lo largo de su vida militar. Ya en España fue reconocido como un extraordinario jinete. Mientras que en Mendoza según las crónicas del general Espejo “montaba un hermoso alazán tostado de cola recortada y tuse criollo. Y ya en Rancagua, en los primeros meses de 1820, solía emplear un zaino negro coludo y de largas crines”. ¿Pero cuál fue el caballo favorito de San Martín? Se llamaba Decano, y fue criado por Miguel de los Santos Cajaraville (1794 – 1852), quien a lo postre llegará